En Venaventours.com creemos que el turismo, cuando se vive con propósito, puede ser una poderosa herramienta para transformar vidas. Por eso, hemos decidido alinear nuestro trabajo con un llamado más grande: el amor al prójimo.
Nos sentimos profundamente honrados de apoyar a la Fundación Calles de Oro y Mar de Cristal, una organización venezolana sin fines de lucro que se dedica con pasión a rescatar niños en situación de calle y pobreza extrema. Su labor no solo ofrece alimento y refugio, sino también formación pedagógica, académica, psicológica, humana y espiritual.
Su misión es clara: prevenir la deserción escolar, el abandono familiar y las conductas que ponen en riesgo la vida de los más vulnerables. A través de programas profundamente inspirados en la palabra de Dios, esta fundación forma hombres y mujeres con valores firmes, capaces de construir un futuro bendecido.
Por eso, desde Venaventours.com, destinamos el 10% de cada plan contratado directamente a esta obra maravillosa. De esta manera, cada cliente que se une a nuestra comunidad, también se convierte en parte activa de esta misión de esperanza, fe y restauración.
“El que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.” – Marcos 9:37
Choroní: donde la selva, la playa y el tambor se abrazan
El viaje comienza desde Maracay, atravesando el imponente Parque Nacional Henry Pittier. Ese recorrido ya es parte de la experiencia. Entre la neblina de la selva, los helechos gigantes, los monos aulladores y más de 500 especies de aves que surcan el cielo, uno siente que está cruzando un umbral. Es como si el bosque te preparara para lo que vas a encontrar al otro lado: un pueblo colonial que parece suspendido en el tiempo y bañado por el mar Caribe.
Fundado en 1616, Choroní conserva su alma colonial: casas coloridas, ventanales de madera, balcones que se asoman al ritmo de la vida lenta. Pero también guarda otra historia, una que retumba con fuerza en los tambores del malecón: la herencia africana, traída por los esclavos que trabajaban en las antiguas plantaciones de cacao. Fue ese cacao el que hizo famosa a esta tierra durante la colonia, y fueron esas manos negras las que sembraron una cultura que hoy se baila, se canta y se celebra cada fin de semana frente al mar.
Porque Choroní no solo es playa, es también montaña, selva y río. Es un cruce mágico de cuatro elementos que conviven en armonía. Desde Playa Grande, ideal para disfrutar del sol, practicar deportes acuáticos o simplemente tumbarse bajo una palmera, hasta los pozos de agua dulce en plena selva, donde caídas de agua como El Chorrerón te regalan postales naturales que quitan el aliento.
Y si eres amante de la fauna, este lugar es un santuario. En el Henry Pittier habitan venados, dantas, osos palmeros, zorros y una de las mayores concentraciones de aves de todo el continente. En solo 100 mil hectáreas, hay más especies que en toda Europa.
El encanto se completa con la gente de Choroní: cálida, amable, llena de vida. Desde los pescadores que te ofrecen paseos en peñero hacia playas vírgenes, hasta los cocineros que, en humildes restaurantes, preparan platos gourmet con productos locales que sorprenden por su calidad y sabor. Y por supuesto, los jóvenes que cada fin de semana encienden el tambor al caer la tarde, en un ritual lleno de ritmo, de fuego, de identidad.
Choroní es más que un destino turístico. Es un modo de vida.
Es un lugar que te enseña a bajar el ritmo, a bailar sin miedo, a escuchar el mar y a agradecer por la belleza que aún habita en nuestra tierra.
Si buscas una experiencia que te transforme y te haga sentir profundamente venezolano… Choroní te espera.
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