Choroní: donde la selva, la playa y el tambor se abrazan

El viaje comienza desde Maracay, atravesando el imponente Parque Nacional Henry Pittier. Ese recorrido ya es parte de la experiencia. Entre la neblina de la selva, los helechos gigantes, los monos aulladores y más de 500 especies de aves que surcan el cielo, uno siente que está cruzando un umbral. Es como si el bosque te preparara para lo que vas a encontrar al otro lado: un pueblo colonial que parece suspendido en el tiempo y bañado por el mar Caribe.
Fundado en 1616, Choroní conserva su alma colonial: casas coloridas, ventanales de madera, balcones que se asoman al ritmo de la vida lenta. Pero también guarda otra historia, una que retumba con fuerza en los tambores del malecón: la herencia africana, traída por los esclavos que trabajaban en las antiguas plantaciones de cacao.
Fue ese cacao el que hizo famosa a esta tierra durante la colonia, y fueron esas manos negras las que sembraron una cultura que hoy se baila, se canta y se celebra cada fin de semana frente al mar.
Porque Choroní no solo es playa, es también montaña, selva y río. Es un cruce mágico de cuatro elementos que conviven en armonía. Desde Playa Grande, ideal para disfrutar del sol, practicar deportes acuáticos o simplemente tumbarse bajo una palmera, hasta los pozos de agua dulce en plena selva, donde caídas de agua como El Chorrerón te regalan postales naturales que quitan el aliento.
Y si eres amante de la fauna, este lugar es un santuario. En el Henry Pittier habitan venados, dantas, osos palmeros, zorros y una de las mayores concentraciones de aves de todo el continente. En solo 100 mil hectáreas, hay más especies que en toda Europa.
El encanto se completa con la gente de Choroní: cálida, amable, llena de vida. Desde los pescadores que te ofrecen paseos en peñero hacia playas vírgenes, hasta los cocineros que, en humildes restaurantes, preparan platos gourmet con productos locales que sorprenden por su calidad y sabor.
Y por supuesto, los jóvenes que cada fin de semana encienden el tambor al caer la tarde, en un ritual lleno de ritmo, de fuego, de identidad.
Choroní es más que un destino turístico. Es un modo de vida.
Es un lugar que te enseña a bajar el ritmo, a bailar sin miedo, a escuchar el mar y a agradecer por la belleza que aún habita en nuestra tierra.
Si buscas una experiencia que te transforme y te haga sentir profundamente venezolano…
Choroní te espera.
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