Playa Zaragoza: la bahía donde el mar, la fe y el arte se abrazan

Zaragoza es mucho más que una playa bonita.
Es un pequeño pueblo pesquero, de esos que aún conservan su esencia intacta. Llegas y sientes que el tiempo va más lento. Que aquí se vive con calma, con sabor y con fe.
Porque sí, la fe también se vive fuerte en Zaragoza, sobre todo durante las regatas a la Virgen del Valle que se celebran entre agosto y septiembre. Ver esa procesión marítima, con lanchas adornadas, devotos navegando con orgullo y música en el aire, es una experiencia que te eriza la piel.
La playa, de más de 1 km de extensión, es de aguas calmadas, casi como una gran piscina natural que te invita a relajarte sin prisa. Su carácter semi oceánico le da una frescura especial, sobre todo en los meses de verano cuando alcanza la temperatura perfecta para disfrutar.
Y si lo tuyo es la acción, Zaragoza también tiene de todo: paseos en bote, bananas, motos de agua, snorkel en Los Frailes, e incluso tours acuáticos en jetski hacia otras playas cercanas como Manzanillo, Constanza, Dunes o Guayacán. ¡Imposible aburrirse!
Pero hay algo que me atrapó aún más: su gente y su arte.
En pleno boulevard, pregunté por una artesana que me habían recomendado, y fue así como conocí a Solange de Corma, una mujer increíble que trabaja con conchas marinas. “Desde pequeña siempre me gustó el arte”, me dijo mientras me mostraba sus creaciones llenas de vida y salitre. Sus piezas, con motivos marinos, no son solo recuerdos de playa: son pequeños pedazos del alma margariteña.
Y cómo olvidar a Ildemaro García, el artesano de collares y pedrería, todo un personaje que pareciera haber nacido con el don de transformar piedras en historias. Charlando con él entendí que en Zaragoza, cada objeto, cada sonrisa y cada detalle tiene su razón de ser.
Zaragoza no se vende como destino de moda. No lo necesita. Ella simplemente te conquista, sin esfuerzo, con el vaivén del mar, el calor de su gente y la sencillez que enamora.
Si alguna vez visitas Margarita y quieres algo más que sol y arena, ven a Zaragoza.
Y si lo haces en agosto o septiembre… prepárate para vivir una fiesta de fe en el mar.
Yo estuve allí. Y me encantó.
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