Oferta Limitada: Publica y obten 6 meses gratis.

En Venaventours.com creemos que el turismo, cuando se vive con propósito, puede ser una poderosa herramienta para transformar vidas. Por eso, hemos decidido alinear nuestro trabajo con un llamado más grande: el amor al prójimo.

Nos sentimos profundamente honrados de apoyar a la Fundación Calles de Oro y Mar de Cristal, una organización venezolana sin fines de lucro que se dedica con pasión a rescatar niños en situación de calle y pobreza extrema. Su labor no solo ofrece alimento y refugio, sino también formación pedagógica, académica, psicológica, humana y espiritual.

Su misión es clara: prevenir la deserción escolar, el abandono familiar y las conductas que ponen en riesgo la vida de los más vulnerables. A través de programas profundamente inspirados en la palabra de Dios, esta fundación forma hombres y mujeres con valores firmes, capaces de construir un futuro bendecido.

Por eso, desde Venaventours.com, destinamos el 10% de cada plan contratado directamente a esta obra maravillosa. De esta manera, cada cliente que se une a nuestra comunidad, también se convierte en parte activa de esta misión de esperanza, fe y restauración.

“El que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.” – Marcos 9:37

Nuestra Labor en Imágenes

Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Imagen fundación
Ver más sobre nuestra labor

La Fiesta de los Zaragozas: donde la fe y la locura se dan la mano

La Fiesta de los Zaragozas: donde la fe y la locura se dan la mano
Hay celebraciones que no se pueden explicar… solo vivir. Y una de ellas es, sin duda, la Fiesta de los Zaragozas en Sanare, estado Lara. La primera vez que la presencié, entendí que no estaba simplemente frente a una festividad popular: estaba ante un estallido de cultura, historia, devoción y contradicción, todo al mismo tiempo.

Cada 28 de diciembre, mientras la Iglesia conmemora el Día de los Santos Inocentes, Sanare se convierte en un carnaval sagrado.

Lo que en otras regiones se conoce como “locos” o “locainas”, aquí tomó forma propia: Los Zaragozas, una explosión de máscaras, rezos, bailes y símbolos que se entrelazan entre lo cristiano y lo pagano, lo solemne y lo irreverente.

Ese día, desde la madrugada, la casa de la Capitana María Valeria de González se convierte en el epicentro espiritual del pueblo. Allí llegan los disfrazados, los músicos, los promeseros. Se brinda café, se arma un altar en su patio y se entonan cantos como La Salve, mientras el humo del incienso sube como plegaria al cielo.

He visto con mis propios ojos cómo más de 7.000 personas llegan a disfrazarse y a formar parte del ritual.
Es algo monumental.

Desde allí, la comitiva parte hacia las iglesias. Primero la de San Isidro, luego la de Nuestra Señora de Santa Ana.

Pero esto no es un desfile cualquiera. Aquí marchan los creyentes, seguidos de enmascarados que, al llegar ante el altar, se quitan la careta como señal de respeto, mientras se reza por los niños enfermos, por las promesas cumplidas, por la memoria de los inocentes del Evangelio.

Lo impactante es ese contraste:
Por un lado, la misa, la oración, la pintura que muestra la matanza de Herodes.
Por el otro, las parrandas, los disfraces, los bailes, los cantos subidos de tono, los hombres vestidos de mujeres, las máscaras grotescas.

En Sanare, todo eso convive en armonía, sin pedir permiso.

Y luego ocurre lo más hermoso: los promeseros cargan en brazos a los niños a quienes los Santos Inocentes “han sanado”.
Es un acto profundamente humano y conmovedor.
Madres que lloran, músicos que siguen tocando, creyentes que agradecen, y un pueblo entero que celebra… a su manera.

Ya al final de la jornada, cuando el cansancio se nota en los pies y en los disfraces sudados, los Zaragozas vuelven a la casa de la Capitana María, donde todo empezó.
Allí ocurre El Encierro.
Las últimas oraciones, las últimas notas de tambor.
Y el silencio que, poco a poco, vuelve a apoderarse de las calles de Sanare.

Lo que viví ese día no fue solo una fiesta.
Fue una revelación cultural, un espejo donde Venezuela se ve a sí misma:
mestiza, intensa, devota, alegre, contradictoria y profundamente viva.

Si alguna vez quieres ver el alma de un pueblo expresarse sin filtros, ve a Sanare el 28 de diciembre.
Y prepárate para sentirlo en los huesos.

Opiniones de nuestros visitantes

¿Te gustó este artículo? ¡Déjanos tu opinión!